Celebración

Las risas de los niños eran contagiosas; con cada movimiento, cada mueca, cada caída y  cada baile los chiquitines explotaban en sonoras carcajadas; el frío de la noche quedaba compensado por aquella demostración de júbilo infantil que podía hacer encender de emoción hasta el corazón más indiferente.  Los bombardeos no habían cesado, ni siquiera en navidad, pero esa noche el terror había dado paso a los sueños, y aunque un nuevo ataque era inminente, las personas que estaban reunidas en esa vieja escuela celebrando la nochebuena solo pensaban en  los cantos que entonaban  y en el mensaje de esperanza que había en ellos.

 

Realmente Kahil no tenía que esforzarse demasiado para hacer brotar una sonrisa en los pequeñines que lo rodeaban. Tan solo viendo a este hombre de 1 con 80 con el rostro pintado de blanco y con sus largos cabellos crespos alborotados era suficiente para estallar de risa. El joven mimo estaba interpretando ahora una escena de la película Kung fu Panda, y como los pequeños nunca la habían visto no importaba que Kahil no pareciera un oso panda.  Se veía muy gracioso dando patadas al aire, y cuando caía sobre sus posaderas después de intentar alguna extraña acrobacia era el clímax entre aquel público compuesto tanto de niños como de adultos. Debido a las actuales circunstancias, era casi imposible ver a alguien sonreír; muchos de los que estaban reunidos en la vieja escuela habían perdido sus hogares, habían visto desaparecer a algún ser querido bajo los escombros o habían ido a despedir a algún familiar o amigo que había decidido engrosar las filas de desplazados que buscan una nueva oportunidad en otro lugar. El propio Kahil, tan solo 24 horas antes había estado en la despedida de sus padres que se iban para Alemania. El decidió quedarse; “si estas fechas representan la fe y la esperanza en el calendario cristiano católico- pensó- entonces esperanza es lo que les voy a dar a estos niños”.

 

La profesora Fátima fue la primera que los escuchó; tenían la ilusión de que esa noche la iban a respetar, pero al parecer los países que se denominan “cristianos”  no tenían en mente esperar hasta las doce para recibir a Santa Claus. Los niños y los adultos que estaban con ellos comenzaron a inquietarse, los aviones se oían cada vez más cerca. Kahil y Fátima también sintieron el miedo recorriendo sus venas, pero no podían sucumbir ante él. En un acto de coordinada improvisación ambos comenzaron a cantar “Noche de paz”. Alguien que había traído una guitarra acompañó a la pareja con un suave rasgar de cuerdas y poco a poco nuevas voces fueron sumándose. El coro prosiguió hasta que los aviones sobrevolaron el techo de zinc. Ese 24 de diciembre no hubo cena.